Y llamándolos junto a sí, Jesús les dijo*: Sabéis que los que son reconocidos como gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y que sus grandes ejercen autoridad sobre ellos. Pero entre vosotros no es así, sino que cualquiera de vosotros que desee llegar a ser grande será vuestro servidor, y cualquiera de vosotros que desee ser el primero será siervo de todos. Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. (Marcos 10:42-45 BA)

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Del exilio a la luz

Aunque 1569 y 1602 fueron años de regocijo, pues era la primera vez que se tenía la Biblia completa traducida al castellano, para Casiodoro de Reina y Cipriano de Valera también significó la persecución. En aquellos tiempos, la traducción bíblica era algo peligroso.

Ambos monjes eran parte del monasterio de San Isidoro del Campo y compañeros de fe, pero su apego a la lectura e interpretación de la Biblia, los obligó a huir de España, donde se habían puesto precio a sus cabezas. La huída provocó que, tiempo después, sus esfinges fueran quemadas en la hoguera, así como todos sus escritos, entre ellos la traducción y revisión de las Sagradas Escrituras, que fueron incluidas en el llamado «Índice de los Libros Prohibidos».

En su angustioso periplo, ambos religiosos llegaron, por fin, a Ginebra, donde los esperaba otro escritor español y también perseguido, Juan Pérez de Pineda. Sin embargo, lo que Casiodoro vio en esta ciudad no le agradó, pues los creyentes refugiados pasaban por tribulaciones, además de la condena a muerte de Miguel Servet, y la rigidez religiosa.

Por lo anterior, en 1558 Casiodoro de Reina viajó a Frankfurt y de allí a Inglaterra, donde Isabel I, recién ascendida al trono, concedió libertad de culto. En Londres, con autorización de la monarca, estuvo a cargo de la iglesia Santa María de Harás, y le fue asignada una pensión de 60 libras. Allí se casó con la viuda de un médico francés.

Sin embargo, al cabo de un tiempo fue acusado, falsamente, por el rey español Felipe II, de graves faltas de carácter moral y teológico, así como de sodomía, difamación que, sin duda, buscaba menoscabar su influencia y creciente solidez espiritual.

De Inglaterra se trasladó a Amberes, donde vivió escondido en la casa de Marco Pérez. Durante los siguientes tres años anduvo errante entre Frankfurt y Heidelberg, el sur de Francia, Basilea y Estrasburgo. Debido a las falsas sindicaciones que le impidieron estar al frente de iglesia alguna, se dedicó al comercio de libros y sedas, pero sin descuidar la traducción de la Biblia.

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