Creo que la Reforma realmente comenzó el día en que Martín Lutero oraba por el significado de las palabras de Pablo en Romanos 1:17: «Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá». Al igual que muchos cristianos de hoy día, Lutero pasaba sus noches reflexionando sobre la pregunta esencial:
- ¿Cómo puede llamarse el evangelio de Jesucristo la «Buena Nueva», si Dios es un juez justo que recompensa al bueno y castiga al malvado?
- ¿Es que hizo falta que viniera Jesús para revelar este mensaje aterrador?
- ¿Cómo puede llamarse la revelación de Dios en Cristo «nueva» si el Antiguo Testamento habla de lo mismo, o «buena» si tenemos la amenaza del castigo que como nube negra pende encima de nuestras cabezas sobre el valle de la historia?
Sin embargo, como observa Jaroslav Pelikan:
«Lutero repentinamente irrumpió en la comprensión de que la "rectitud de Dios" de la que Pablo habla en este pasaje no era la rectitud mediante la cual Dios es recto en sí mismo (esto sería una rectitud pasiva, nada más), sino la rectitud mediante la cual, por Jesucristo, Dios hizo rectos a los pecadores (esto es, una rectitud activa) al perdonar el pecado en justificación. Cuando descubrió esto, Lutero dijo sentir que las puertas del paraíso se abrían ante él».
¡Una verdad realmente impactante!
«La justificación por gracia mediante la fe» es la frase del teólogo para definir lo que Chesterton llamó una vez «el furioso amor de Dios». Él no es caprichoso. No conoce las temporadas de cambios. Tiene una actitud inconmovible e inmutable hacia nosotros: nos ama.
Él es el único Dios de quien el hombre ha oído decir que ama a los pecadores. Los dioses falsos -los fabricados por los seres humanos- desprecian a los pecadores. Pero el Padre de Jesús ama a todos, sin importar lo que hagan. Por supuesto, esto es casi increíble para nosotros.
Sin embargo, la afirmación central de la Reforma se mantiene: no es por mérito propio, sino por su misericordia, que hemos sido restaurados a una relación correcta con Dios por medio de la vida, la muerte y la resurrección de su amado Hijo. Esta es la Buena Nueva, el evangelio de la gracia.
Con su característica alegría de vivir, Robert Capon lo expone de la siguiente manera:
«La Reforma fue una época en que los hombres se cegaron, se emborracharon porque descubrieron, en el polvorien¬to sótano de las postrimerías de la Edad Media, una preciosa bodega que tenía mil quinientos años, con doscientas botellas de gracia, de Escritura pura y destilada. Con sólo beber un sorbo, todos se convencían de que Dios nos salva, sin condición. La palabra del evangelio después de tantos siglos de intentar llegar al cielo preocupándose por la perfección de los cordones de sus zapatos-repentinamente resultó ser el llano anuncio de que los salvos estaban en casa, antes de partir... La gracia debía beberse pura: sin agua, sin hielo, y por cierto, sin ningún tónico; ni la bondad, o la maldad, o las flores de la primavera de la súper-espiritualidad, podían entrar en la bodega».
Manning, Brennan. El Evangelio de los andrajosos. Casa Creación : Lake Mary, Florida, 2004
(ed. ing. 2000). pp.20-21 .
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